in ,

Desayuno con orgasmo

Sugar Daddy

¡Tendrías que tener la suerte que yo tengo como ninfómana! ¡He conocido a un sugar daddy que sabe que no puedo pasarme un solo día sin mis orgasmos!

La vida de una ninfómana no es fácil. Empieza por la mañana temprano, aún en cama, cuando el placer parece apoderarse de todo tu cuerpo. Sin un compañero al lado, una se pone toda loca. Una ninfómana necesita experimentar, al menos, cuatro orgasmos al día, y cuantos más sean, mejor. En el trabajo, una debe elegir entre un desahogo solitario en el cuarto de baño o jaqueca e histeria. En caso de que te resulte posible, buscas concertar una cita para comer con un compañero, tan solo para poder aguantar hasta que el día llegue a su fin.

Por supuesto, se puede echarle un ojo a la Red y encontrar a personas en similares circunstancias con las que encontrarse y sobrevivir a los días más necesitados. En mi caso, yo compartí piso mucho tiempo con una chica y nos satisfacíamos mutuamente. Era increíble con la lengua, usábamos muchos juguetes sexuales, y teníamos cada una, nuestra particular y variada colección. Hubo noches en las que dormíamos más bien poco porque no lográbamos mantener nuestra manos y lenguas separadas y a buen recaudo.

Pero ahora he encontrado a un sugar dady que lo que estaba buscando concretamente era a una mujer, que como yo, estuviese dispuesta a rendirse al erotismo, al sexo y a la lujuria y a satisfacer sus deseos.

Tras una breve entrevista, me fui a vivir con él, dejé mi antiguo apartamento, rompí con mi novio y me despedí de todos mis amigos y de las redes sociales; me dediqué tan solo a mi lujuria y a cumplir las fantasías de mi sugar daddy. Él me comprende, está siempre dispuesto a facilitar mis orgasmos, hasta cinco o más, a lo largo del día. Yo solo tengo que obedecer y estar siempre lista. No puedo negarme, a riesgo de recibir su castigo en forma de látigo o de días de privación sexual hasta que mis lamentos logren persuadirle. Atándome a la cama pone en práctica su particular forma de entender la privación, evitando que pueda satisfacerme. De vez en cuando se gira hacia mi habitación, empieza a excitarme o se masturba delante mía, pero no permite que pueda disfrutar de un orgasmo. Solo permite que me siente a la mesa a la hora de la comida o para ir al cuarto de baño. Tras este tratamiento, no puedo más que mostrarme dócil y obediente.

Dado que él trabaja desde casa, podemos planificar el día de forma que podamos disponer siempre de tiempo para los dos -necesito que atienda también mis necesidades.

Suele traerme el desayuno a la cama mientras me va despertando -lo que significa que me da tiempo a ir al cuarto de baño a prepararme, en donde me deja una nota con lo que quiere que haga para estar lista para él.

Salgo del cuarto de baño y me siento a la mesa para el desayuno. A veces, me deja un cojín sobre la silla con un vibrador y tengo que, lentamente, acomodarme sobre él y dejar que me penetre. Él lo conecta con el control remoto. Me pide que ponga los codos sobre la mesa y lo rete visualmente. Mientras me observa de cerca, aumenta o reduce las vibraciones. Entonces decide servirme el café y tomamos el desayuno, manteniendo siempre el contacto visual. Cuando se da cuenta de que empiezo a impacientarme, que abro mi boca o mi lengua se mueve lentamente sobre mis labios, él reduce la vibración.

«¡Solo podrás correrte cuando yo te lo permita!». Ya lo sé, pero muchas veces me resulta muy complicado el poder controlarme, porque por la mañana estoy siempre muy cachonda. Muchas veces, é se levanta y se pone detrás de mí, con sus manos deslizándose sobre mis senos y acariciándolos. ¡Yo suelo gemir!

«Mi señor y maestro…», y le imploro,

«¡Oh, no, espera!», su voz también es suave, pero amenazadora. Entonces sostengo la respiración, porque eso puede hacer que él me ate al cuarto de baño y sienta su látigo.

Tenemos un caballete en el cuarto de baño, dispuesto para recibir mi merecido castigo. Él me ata a la altura del estómago sobre el cuero del caballete, pone mi cabeza hacia abajo, y me ata las piernas y los brazos a las patas del caballete mientras agarra el látigo. Me azota al menos diez veces y me pone loca con eso, hasta el punto de que hace que ame el dolor que siento.

Entonces él deja el látigo y me besa en mis castigadas nalgas, mi vagina y se desliza suavemente bajo mi clítoris y mis carnosos labios inferiores ofreciéndome el primer orgasmo del día. El caballete está en la posición ideal para que él me pueda follar. Dado que mi trasero aún está sensible tras los azotes, el dolor se prolonga durante mi orgasmo mientras penetra con fuerza mi cuerpo dominado y yo gimo plena de lujuria-
Empujo las esposas y araño las piernas del caballete, desesperadas por no poder tocarme o tocar a mi sugar daddy.

Entonces él suelta las esposas, me sujeta y me lleva a la habitación. Me acurruco, aún extasiada por mi primera lluvia de sensaciones y él me cubre gentilmente; él, simplemente, me ama.

Poco después, vuelvo a su despacho, me siento al lado de su silla y espero por órdenes.

Sin quitar los ojos de su trabajo, me dice:

«Perra»

Sé, entonces, que lo tengo que hacer es arrodillarme delante de él. Comprueba si estoy lo suficientemente lubrificada, me aprieta el clítoris y yo ya estoy casi implorando por correrme cuando él mete sus dedos, incluyendo el pulgar, en mi coño.

Mi sugar daddy sabe bien que es lo que me gusta y qué necesito y él me cuida tan bien que yo no puedo más que acceder a sus deseos y órdenes.

**Este texto no refleja, necesariamente, la opinión de ApartadoX.

Glossário

Todo aquello que aún no sabes sobre sexo

A ti lo que te gusta es esto...

A ti lo que te gusta es esto…