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Juega más conmigo

Juega más conmigo

Me vi acostada en cama con un estraña, desnuda, con las piernas enganchadas sobre los hombros de un hombre de cuyo nombre no me acordaba. Tenía una voz profunda y era fuerte. De buenos modales, su sonrisa me cautivaba.

Fue cortés, me hizo reír y sincero a la hora de confesarme lo que le gustaba de mí. Sin duda, la química surgió entre nosotros.

«Te digo, sabes tan bien», antes de que su rostro se meta otra vez entre mis muslos.

«Qué bien…» mientras mi cadera se balanceaba al ritmo de su estimulación. Me había corrido ya dos veces gracias a su boca y sus dedos. Era como si se hubiese empeñado en agotar mi libido antes de que le pudiese dar placer.

Mi cuerpo sentía escalofríos y mis pezones se erizaban. Su dedo se deslizaba por mi cuerpo, mientras otro se disponía a disfrutar de mi clítoris.

«Tu coño es tan prieto», y yo temblaba al ver como me enfilaba otro dedo.

«Acuéstate, querida», me decía mientras inclinándose se ponía a pellizcarme las nalgas. Cogió las almohadas, colocando dos debajo de mi barriga. Mi trasero estaba suspendido en el aire. Había algo artístico en su desempeño oral…

Sentí como la punta de su lengua saltaba en mi almeja a pesar de mi inicial resistencia, me sentía tan a gusto y él se mostraba tan gentil que me dejé llevar por la increíble estimulación con que me agasajaba rindiéndome por completo.

«Querida, tus sabores me ponen loco…»

Me pellizcaba las nalgas y mordisqueaba. Llevábamos como una hora de preliminares y yo estaba disfrutando de cada momento.

«Oh, sí», grité al comprobar como su dedo se introducía en mi trasero, al mismo tiempo que me follaba por detrás. Me metió otro, siguiendo con su estimulación oral. Me iba una y otra vez, pero él no paraba.

«¿Puedo usar juguetes contigo, cariño?»

«Claro», y él me extendía un líquido frío sobre mi trasero. Me masajeó los muslos y las nalgas, lentamente, rozándose conmigo al inclinarse para untarme la espalda. Yo lo quería en mi boca mientras jugueteaba con mis labios y mi coño. Cuando me di cuenta, un juguete se había apoderado de mi clítoris. Me volvió a lamer por detrás mientras me tocaba para ampliar un poco más la borda.

«Ahora te la meteré», yo no pude más que rendirme, levantando mi trasero un poco más.

Con el vibrador metido en mi vulva, me metió su mástil, llenándome de un placer que nunca antes había sentido.

«Me encanta sentir tu vibración cuando estoy dentro d eti.

«Levántate un poco» alcanzando mis senos. Gemí al ver como algo vibraba y me pellizcó el pezón izquierdo: era una pequeña grapa. Me apretaba el clítoris con una mano mientras cubría el segundo pezó con otra grapa. Rápidamente, solicité su palo en mi mano y él me sujetó la mano mientras lanzaba su mástil de punta a punta.

Me besó apasionadamente. Mis piernas estaban enrolladas en él y yo podía sentir mis uñas clavadas en su carne, enterrando su sexo cada vez más hondo en mí.

«¿Te gusta?»

«Me encanta», respondí, ahogándome en su beso. Él me penetraba con más intensidad y a cada retorno, un poco más rápido. Estiró la mano para poder llegar a mi clítoris e hizo que la suave carne circulase con la presión justa.

«¿Sigo?»

«Sí, sí», respondí.

Me cogió por los muslos, me abrió las piernas y empezó a penetrar cada vez con más con vigor. Me corrí otra vez y él disminuyó el ritmo.

«Gírate y cadera al aire, ahora…» me solicitó y así lo hice.

Se inclinó y empezó a devorar mi clítoris y mis labios alternando con mi coño. Extendió un poco más de gel y me colocó un tapón anal, jugueteando con él y lo dejó mientras me balanceaba a su ritmo. Estaba desatada. Quería más ímpetu y apretarme los pezones. Quería comerle la polla al mismo tiempo que él me llenaba por dentro.

Presionada en el colchón bajo su peso, el movimiento del tapón anal y la mano que masajeaba mi clítoris, junto con las grapas de vibración en mis pezones, mi estimulación era mayor que nunca. Me mordí el labio inferior cuando él se clavó en mis hombros sin previo aviso, me llenó con su caliente lefa. Me vine una vez más, frenética, por todo lo vivido.

«¿Te encuentras bien?», me preguntó poco después, acostado a mi vera y me abrazó. Yo asentí con la cabeza y me acurruqué a su lado.

«Fue todo tan bien…juega más conmigo», le pedí, satisfecha.

**Este texto no refleja, necesariamente, la opinión de ApartadoX.

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