Dejé el coche aparcado frente a aquel modesto apartamento, salí del coche con mi maletín de informático. Un jardín de piedras y cactus me separaba del timbre. No tenía el gusto de conocerla. Âmbar. Me encantaría que estuviese de buen ver.
Me abrió la puerta, de estatura media, unos 50 años, pelo castaño caramelo con reflejos rubios que enmarcaban su rostro en forma de corazón. Sensuales ojos verdes, un carnoso labio inferior: sí, estaba más que follable. Curvilínea, y al mismo tiempo en forma y con pechos grandes.
Me miró de arriba a abajo con aquellos ojos de lince, quedándose con mi entrepierna antes de que mis ojos se hubiesen fijado en los suyos.
«Hola, vengo de parte de Hard & Soft, Servicio de Apoyo al Cliente. Me dijero que me tenía que encargar de su motherboard.”
«Hola, entra. El ordenador está arriba».
Le seguí y mis ojos no podían dejar de fijarse en su goloso trasero, moviéndose bajo la camiseta que hizo que mi polla se encendiese entre los pantalones. Bajó las persianas de la habitación, creando un ambiente íntimo y acogedor.
Dejé mi mochila a un lado y le dije: «No es que me guste, pero necesito que me firme el prepago».
«Ochocientos, ¿verdad?», me respondió mientras sacaba el dinero y me pagaba.
Había empezado a descalzarme y a quitarme el pantalón cuando ella, me impedió seguir.
Ella murmuró: «Déjame a mí».
Me pasó las manos por encima del bulto que se dibujaba en mi entrepiernas, poniendo aún más burro. Me bajó los pantalones y los boxers hasta las rodillas. Liberada de su encierro, mi polla se sentía pletórica. Sin desviar los ojos de mi mástil, se dejó caer de rodillas. Se dispuso a tragar, suavemente, sujetándome el miembro. Su cabeza se balanceaba, empezaba lenta y sensualmente para seguir con más fuerza. Su lengua succionaba cada gota que desprendía mi glande antes de tragárselo todo y mis bolas golpeasen su barbilla… puro éxtasis.
Su lengua recorría todo mi miembro, hasta que soltándolo se dispuso a acariciar su rostro contra mi escroto para degustarlo, seguido de un masaje bocal en el perineo. Me miró, inmóvil y se levantó sin decir ni mu. La desvestí hasta dejarla con el tanga rosa perla de encaje. La besé, respirando su dulce fragancia femenina antes de levantarme. Sus pechos parecían que fuesen a salirse del sujetador. Sin palabras, se giró e inclinó para poner sus manos en el lateral de la cama.
«Fóllame», dijo ella.
Empujé hacia
un lado para apreciar su dulces labios, acentuados por sus majestuosas nalgas
que parecían suplicar por mí. Me incliné buscando meter mi rostro en sus partes
más íntimas, estaba ya toda mojada. Me dispuse a penetrarla, atravesándole la
vulva con una lenta estocada. Cada vez más profundo, más sentido, más
hambriento a cada impulso. Ella se contorsionaba y soltaba gemidos, satisfecha.
Mis ingles golpeaban a las suyas, cubriendo aquel trasero al son de una
succión: poc, poc, poc. Súbitamente, sus muslos temblaban, pero me negué a
parar. Con los dedos clavados en las nalgas y con la otra mano sujetándole el
pelo, ella arqueaba su cuerpo, en éxtasis, revibrando a cada golpe de mi
glande.
Sentí como su vulva me apretaba el palo antes de iniciar las convulsiones de
disfrute y orgasmo.
«¡Oh, sí!», en un gemido de suspiro pujante.
Enterraba hasta el tuétano mi palo en su caverna de amor mientras ella se iba, sus muslos temblaban contra los míos, mientras gritaba extasiada. Ella rociaba su orgasmo sobre mi sexo, disfrutando de cada onda sensorial de su orgasmo, hasta no poder más, cayendo plenamente satisfecha en la cama. Me senté a su lado en la borda para refrescarme y golpear sus nalgas. Ella se enrolló contorsionándose de gozo por su orgasmo. Mi asta se bajó lentamente, hasta que me levanté y me vestí.
Ella me miró con aquellos grandes ojos verdes dije: «pero tu no te corriste. Quiero que te corras…
«Lo principal es que te haya gustado a tí», le respondí y cuando estaba listo para salir le dí mi cartón de visita.
«Si tuvieses otra vez problemas con el servidor de internet, llámame.»
Con una risa maliciosa, respondió: «¡Claro que sí. Este sí qué es un Servicio de Apoyo al Cliente».