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El fabuloso sabor de Amélie

El fabuloso sabor de Amélie

«Olvídate del mundo», le susurró, pasando la copa de vino a Amélie. El fuego entre ellas ardía, quemando. Las manos de Lucile fueron las primeras en tocar, pasando por el cabello de Amélie a la altura de los hombros antes de recorrer sus brazos. Se inclinó, besándola en el cuello, erizando a Amélie, que se entregaba a los cálidos labios de Lucile en su piel.

Se le escapó un gemido, mientras ella se deshacía de la blusa morada de Lucile. Lucile agarró los firmes senos de Amélie, frotando un pulgar sobre sus pezones redondos y erectos. A ella le encantaba verlos endurecerse.

Amélie gemía, sus labios vibrando contra la piel sensible por detrás del oído de Lucile. Ella tiró del cabello de Lucile hacia atrás para finalmente besarla en los labios. Ambas mujeres estaban ansiosas por más y las lenguas se regocijaban en lamidos de placer.

Amélie empujándola hacia el sofá, en una posición medio sentada y, sedienta, le liberó sus rollizos senos de su oscuro sostén. Se inclinó sobre ella, mordisqueándole en sus jugosos y rosados pezones… y Lucile suspiraba de gozo.

Lucile estana harta de preliminares y empujó a Amélie para que se pusiese a su lado, arrodillándose a sus pies y con los ojos al nivel del secreto mejor guardado de Amélie. La hebilla se soltó rápidamente entre los dedos, dejando caer los jeans y, para sorpresa de Lucile, Amélie estaba toda rapada. Que calor salía de aquel cuerpo… Lucile salivaba solo de pensarlo… se dispuso a apresar las magníficas nalgas de Amélie, besándole en los muslos, mordisqueando jocosamente entre cada amasado. Amélie le sujetaba la cabeza y la forzaba, sugestivamente, en dirección a su sexo desnudo.

Lucile sumergió su cara en el nido de amor de Amélie, que abría las piernas cuando la lengua de Lucile le alcanzó el clitoris, cubriéndolo en besos encharcados mientras ella trazaba con la punta d ela lengua pequeños círculos rápidos sobre el botón de placer. Amélie reclinaba la cabeza entre risas y gemidos. Ella empujó a Lucile hacia arriba, implorándole con la boca pequeña. Cuando Lucile se levantó, Amélie no perdió tiempo y la besó, ávidamente en busca de la lengua de Lucie para sorberle su savia.

«¿Te gusta notar mi sabor? preguntó Lucile,

«Me encanta, ahora lo compartiré contigo».

Separó las piernas a la espera de que Amélie se arrodillase delante. Amélie la acostó en el sofá y pasó la punta de su lengua sobre el Monte de Venus, labios grandes e internos, vulva abajo por el perineo hasta el sexo de Lucie, que se retorcía en júbilo sensorial. Frotándose contra el cuerpo de Lucile, se vio compartiendo su deleite con Lucile, en un prolongado, sabroso y cremoso beso interminable.

Lucile quería saborear a Amélie una vez más, en busca del suave bullicio que ella desprende cuando se entrega perdida al gozo de su poderoso orgasmo. Ella se deslizó hacia las partes bajas de Amélie, dejándola a cuatro patas en la esquina del sofá. Le mordisqueó las nalgas lo suficiente como para hacer que Amélie acabase jadeando y enterrando su cara entre los lisos muslos de Amélie enviando ondas de placer a su amante con la punta de la lengua que recorrían ambos orificios de forma alterna, ahora con la punta de la lengua, ahora con los dedos delgados en firme penetración y estimulación del clítoris.

Lucile llevó sus manos a su mojada raja, tocándose y penetrándose, hasta retirarlos y penetrar profundamente la caverna de amor de Amélie.  Sus dedos circulaban en Amélie hasta que ella soltó un sentido y prolongado gemido, anunciando su punto G. Lucie estimulaba, incansablemente, el clítoris con la lengua, mientras sus dedos se afanaban en sus entrañas de placer.

«Joder …», exclamó Amélie, jadeante. «No pares. Por favor, no pares.»

Movida por los gemidos y cremosa delicadeza de Amélie, Lucile no podía parar, aunque quisiese. Rendida como estaba al aroma selvático de la excitación, ni se habría podido dar cuenta de que Amélie se estaba corriendo. Solo cuando las paredes de su vulva se contrajeron alrededor de los dedos de Lucile se pudo recuperar.

Cuando el cuerpo de Amélie paró de temblar, Lucile redujo el ritmo, retirando sus dedos encharcados y lamiéndolos en deleite.

«¿Quieres un poco más… de vino?» Sonrió Lucile maliciosa, deleitada con el fabuloso sabor de Amélie.

**Este texto no refleja, necesariamente, la opinión de ApartadoX.

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