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Fiesta en la urbanización

Fiesta en la urbanización

¡¡¡La fiesta de fin de verano es hoy por la noche!!! Finalmente… pasé por peluquería y me rapé el coño dejando tan un atrevido hilo. Me compré un sujetador de encaje, desde el que mis cálidos senos pudiesen fisgonear. El tanga de encaje negro a juego se disponía sobre mi raja trasera oculto tras mis atrevidos vaqueros…

Durante la semana había recibido un mensaje secreto. Se trataba de una misteriosa nota firmada por alguien del que se esperaba su presencia. Me ordenaba rapar el pubis, comprarme ropa interior nueva y ser puntual. Como la chica bien educada que soy, hice lo que se me mandó y cuando llegué a la fiesta me sentía desnuda bajo mi ropa y mis suave senos parecían querer salirse de mi blusa.

Me encantan las bebidas espumosas, heladas y deliciosas, que estén bien hechas y que me den ese puntito de atrevida granujilla. Me encontraba rodeada de adultos de los que no tenía referencias.

Al traerme la hamburguesa, pude comprobar como con mi plato venía una nota con lo siguiente: «entra en la casa de los anfitriones. Busca la habitación principal. Espera 15 minutos.”

Tranquila pero animada, subí las escaleras en busca de lo que fuese que me estuviese esperando. En el pasamanos me encontré otra nota. La leí, sonreí y sentí como una dulce humedad se apoderaba de mis muslos: «quítate la busa, queremos ver ese sujetador de encaje. Bájate los pantalones, porque tu tanga lleva nuestros nombres. Entra en la sala y colócate la venda que encontrarás sobre la cama. Échate hacia delante. No hables, ni hagas preguntas.»

Me desabroché el pantalón, dejando mi tanga al descubierto. Me quité la blusa, mis pezones erectos rozaban el encaje y mis deliciosos encantos se desprendían sobre el sujetador.

Fantasías secretas inundaban mi imaginación dejándome llevar. Entré, me puse la venda y me coloqué. Sentí como acariciaban mis nalgas, mientras uno más se sumaba a acariciar mi saltarín trasero, al mismo tiempo que proseguía la exploración.

Más y más manos acariciaban mi cuerpo, llegando hasta los senos, que liberados del último encaje parecían derretirse en las ávidas manos que los recorrían.

Poco después sentí como un primer palo, jugueteaba con mi tanga, frotándose y rozando mi sexo, pero sin penetrarame. El duro mástil de placer empezó lentamente, deseando su propio camino sobre mis regiones erógenas, en busca de mi vulva. Las manos se encargaron de esa última resistencia, dejando mis nalgas y ardientes labios expuestos, labios que pronto se vieron asistidos por los golosos dedos que se habían empeñado en follarme.

Me contorsionaba en ondas de placer con mis nalgas balanceándose al ritmo de mi excitación hasta que finalmente sentí como un miembro erecto y harto me penetraba. Los labios interiores succionaban el viril pedazo de carne hacia dentro… y yo solo quería más y más.

Todo en silencio, excepto mi jadeo suprimido. Quería tocar mi clitoris hinchado, y cuando mis dedos tocaron la nata derretida que se escurría entre mis labios, mástil abajo, mi mano fue rechazada. Respiré en tal éxtasis y absorbí un perfume familiar. Era alguien al que ya conocía. El ritmo de su trabuco se había intensificado, su estocada se había vuelto palpitante y profunda, lanzando repetidamente sus testículos hacia mí. Se corrió, y su semen derramado me inundó completamente.

Se retiró y otro conjunto de manos agarró mis curvilíneas caderas y golpeó mi carne expuesta. Con cada golpe llegaba otro duro mástil, caliente, lanzas de sexo que me follaban con maestría – conocían los orificios, los lugares exactos en los que frotarse y yo acabé corriéndome tanto, escurriéndome piernas abajo por la parte interna de mis muslos. Posé mi cabeza hacia atrás y mi explosivo clímax eyaculó sobre su glande y las sedientas manos y lenguas que me habían lamido.

Y siempre todo en silencio. Gemí de gozo por el cóctel de calor que goteaba desde mi sexo.

Se acabó. La puerta se cerró y yo estaba sola. Me quité la venda y me fui a refrescar, encontrando otra nota en el espejo: «fue un gran polvo. Volverás la próxima semana para la Noche de Poker. Ya sabes: queremos tu sexo solo para nosotros.»

Me vestí y regresé a la fiesta, intentando descifrar quien me había proporcionado esa fantasía tan sabrosa, sin conseguirlo.

La fiesta terminó, le dí las gracias a los anfitriones mientras me sentía ya encharcada solo de pensar en la Noche de Poker de la próxima semana.

**Este texto no refleja, necesariamente, la opinión de ApartadoX.

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