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El perfume del slip usado…

slips

Existe un rincón de mi casa que nadie conoce. Detrás de mi bodega, hay una sala en la que dedico tiempo a uno de mis hobbies. Una pared sirve de amparo a una estantería llena de jarras sujetas con cintas elásticas. Con un sofá nuevo y mi viejo sillón. Guardo allí mi colección de bragas más dulces y por debajo de cada jarra una nota me recuerda el día y como hice para robar cada slip. Me resulta fácil acordarme de muchos detalles, cada vez que abro un frasco y absorbo el aroma de amor contiene.

 

Soy un solterón de cuarenta años, al que, por la noche, le gusta flirtear con mujeres bonitas y privarlas de sus braguitas. Algunas veces protestan con vehemencia, pero casi siempre con una atrevida y linda sonrisa.

 

Cuando cojo la primera copa del primer estante aún puedo reconocer su perfume. Hace ya mucho tiempo…

 

Ella tenía como veinte y pico años, rubia, bonita y traviesa. Estuvimos un buen rato en el bar, bebiendo y bailando. Ella fue la primera en sentirse mojada cuando la penetré en el banco del parque. Me deleitaba manoseando sus maravillosos senos, cuando le retiré el slip, y tras guardarlo en el bolso, me incliné sobre el banco buscando poseerla por detrás con profundas y fuertes estocadas.

 

Tras ese vigoroso arranque, ella me propuso una pausa oral antes de seguir con un segundo round, en el que ella se pondría encima mía buscando y montando mi miembro en una secuencia de carnosos orgasmos. Tras ese buen polvo, ella me exigió que le devolviese sus bragas. En un acto reflejo, ahondé mi cara en ellas y, la verdad, me sentí como hipnotizado. Creo que ella se sintió arrebatada por que no le hubiese devuelto sus bragas pues me sentía atrapado por su olor. En casa se me ocurrió guardar el slip en una jarra de cristal, uff, ¡Cuántas pajas me hice a cuenta del atrayente aroma de sus bragas…  Para mí, la intensidad de la fragancia no diminuyó… Puede que no quede mucho, pero mi imaginación la hace lo suficientemente real…

 

El slip con el segundo aroma más embriagador era el de mi vecina diez años mayor. Habíamos crecido juntos y siempre había deseado hacerlo con ella.

Un día, mientras estaba en su casa, me apresuré en seguirla al cuarto de baño cuando salió de la ducha y llevaba puesto el slip usado para lavar. Busqué su aroma con la nariz y me excité de tal modo que llegué a un punto de no retorno: tuve que masturbarme al momento.

Quién sabe, tal vez haya sido ese deseo subliminal de poseer ese cuerpo magnífica el que me llevaba a querérmela follar al menos una vez. Mantuve siempre ese deseo en secreto, pero al menos conservaba el aroma de su sexo.

 

Claro está que mi colección me hace estar de buen humor. Elegí una jarra especial, pero prefiero no abrirla al momento. Me basta con ver el encaje negro para que mi palo se ponga todo cachondo.

Pertenecía a una universitaria que estaba en casa de mis amigos, y cuya ropa estaba colgada en el sótano secando- Me metí allí y me puse a absorber aquel tendedero repleto de tangas de color blanco. Pero la situación se puso un poco tensa porque ella me pilló inspirando el perfume de sus bragas. La conversación empezó con cierta vergüenza, pero acabó en su cama con un polvo inolvidable.

 

Ella me confesó, sonriendo: » Tan solo eres un fetichista un tanto extraño…». Nunca olvidaré ese polvo. Sacó del cajón una de sus bragas de encaje negro y se las puso tan solo para frotarse mientras sus carnes aún chorreaban de amor.

Me cogió tan de sorpresa que me levanté y le quité las bragas con mis dientes, dejándome embriagar por el fuerte aroma de su sexo que me invadía por todos mis sentidos, ofreciéndome su perfume para siempre… aún hoy recuerdo su nombre…

**Este texto no refleja, necesariamente, la opinión de ApartadoX.

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