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Fantántrico Lingam

Fantántrico Lingam

Al principio, nos besamos gentilmente. Tus labios se mueven, encendiendo pequeños fuegos aquí y allí y alrededor, como rodeando mi cuello, y de vuelta a mis suaves labios. Interrumpes el beso y cogiéndome por la mano me llevas a cama. Con una sonrisa haces que me desvista lentamente, al tiempo que me adviertes de que escapar no será una opción.

Es este el momento que me habías prometido. Me exigías que me resistiese a mi deseo. Me habías prometido una maravillosa charla de apertura en tus clases sobre tantrismo: el mejor masaje «lingam» de mi vida. Me pides que me relaje, que me deje llevar y a cada rato, me pides que me fije en mi respiración, para centrarme en la espiral de la vida. Cierro los ojos y me deleito con la sensación.

Empiezas a acariciar a mi cuerpo con las puntas de los dedos, empezando por la cabeza y haciendo que mi cuerpo desnudo se relaje. Me recuerdas que preste atención a la inhalación y exhalación. Llegas a mi rostro y empiezas a acariciarme en los labios con las puntas de los dedos, observando el temblor de mis labios anticipándose. Abro la boca para chuparte los dedos. Sigues adelante, trazando las líneas de mi cuello y garganta, jugueteando con mis orejas. Exploras mis hombros, la base de mi garganta y sigues explorando mi cuerpo. Pasas tus dedos por mis brazos, tocando todas las partes delicadas, a lo largo de mis costillas, el interior de mis lomos y la palma de mis manos.

Regresas a mi pecho y empiezas una exploración terriblemente lenta de mi pecho y de los lados. Sumerges lentamente tu cabeza y te llevas mis pezones a la boca… provocándolos gentilmente y haciendo que se pusiesen erectos. Recorres mi torso, tan solo para regresar a mis pezones una vez más. Suspiro al ver que te lo llevas a la boca con fuerza, chupándolos hambrienta, sacando de ellos toda mi fuerza. Mi respiración se acelera, te paras y me recuerdas: respira lentamente.

Sigues explorando mi torso, ahora con los dedos y la boca, lamiéndome con la lengua, probándome. Me tocas en la cintura y eso me pone. Recorres la parte externa de mis piernas, llegas a mi pies y empiezas a masajearme lentamente, llevándolos a la boca y chupándome los dedos, lamiéndome y acariciándome en los pies. Sigues subiendo por la parte interna de mis piernas, llegas a mis rodillas, estirándome las piernas y agarrándolas buscando acariciarme en las rodillas.

Te tomas tu tiempo, mientras me provocas, sabiendo lo que quiero, sabiendo que te voy a tener en breve, esperando que yo pueda entender la necesidad de restaurar la sensual sensación que se manifiesta en cada célula de mi cuerpo que hace mi sexualidad se manifieste en cada músculo.

Me pellizcas en el interior de los muslos, los lames, y los besas. Me quieres tocar, lamer, chuparme, pero te esperas. Tocas ligeramente con el dedo mojado la punta de mi palo duro e hinchado, deleitándote con su resbaladiza textura, y entonces te detienes en mis bolas. Las rodeas y acorralas con la palma de tus manos, presionando, explorando, sin reivindicar su propiedad. Me siento tan cerca de explotar, de liberar.

Es entonces cuando de verdad empieza la deliciosa experiencia del masaje lingam. Te quedas con cada arruga, vena, grieta, con cada detalle, como buscando nuevas experiencias de las que pueda disfrutar. Me escuchas respirar y yo suspiro mientras me masajeas con la lengua, labios, dedos.

Te llevas mis bolas a tu garganta, provocándolas con mis pequeños pellizcos. Sumerges tu boca en mi miembro y haces que me vaya completamente. Respondo con vigor, follándote en la boca, metiéndotela por la garganta. Al llegar al límite, me liberas.

Me chupas de una punta a otra, y haces que me corra hacia dentro. Deseo poder liberarme, una vez, dos veces, tres veces. Sonríes, relajas tu apretón y me recuerdas: respira, lentamente, hacia dentro y hacia fuera, aprovéchalo; no necesitas terminar. Sigues sujetando mi miembro delicadamente, entre el pulgar y el dedo corazón, deslizándolo hacia arriba y hacia abajo, llevándome casi al punto de inflexión y dejando que mi carga disminuya un poco. Me siento como un río pleno en la crecida, pero el dique lo sujeta. El placer es agonizantemente bello. A veces siento como si una pluma se posase, atraída por la parte inferior de mi miembro, como si te pusieses a jugar con mi miembro, con la pluma, como un violín con un arco, me harías disfrutar. El impulso de empujar, de tirar la misa y follarte por detrás, como un perro, enterrando mi palo en tu agujero con total desenfreno, recorre mi cuerpo, mi mente, mi imaginación. Estoy a merced de tu toque y eso me encanta. Quiero llorar y noto que sofocas mi deseo de llorar con un beso, te suplico con mis labios, mi lengua: Llévame…

Pero interrumpo el contacto del beso. No me lleves, aún no, la tortura del placer es demasiado bonita.

Pero, finalmente, no aguanto más y empiezo a vacilar. Entonces me chupas con fuerza, acariciándome al mismo tiempo, agarrándome los huevos y empujando hacia arriba, tu dedo en mi trasero, acariciando, cantando, esperando, observando. Exploto con el rugido de un león.

Cuando me siento agotado, me tranquilizas, acariciando mi piel cálida y sudada, confortándome mientras intento encontrar mi cuerpo otra vez, encajando esa experiencia en el espacio ahora expandido de mí mismo.

**Este texto no refleja, necesariamente, la opinión de ApartadoX.

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