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Del cibersexo a la realidad

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Había tenido ya varios chats con él. ¿El sexo real sería tan bueno como lo que nuestras conversaciones hacían prever? Me moría por tener nuestro primer encuentro.

Nos conocimos por internet. Primero hablamos de todo un poco, al poco rato empezamos a intimar hasta que compartimos nuestros deseos eróticos. Me estaba poniendo perraca con lo que leía en la pantalla, deseaba conocer al José de carne y hueso.

Me fastidiaba que viviese un poco lejos y que por ello el encuentro no pudiese ser inmediato. ¡El gran día llegó al fin, hoy lo iba a conocer!

Lo reconocí fácilmente en la estación. Resultaba tan atractivo como en el foto que me había enviado. Nos tomamos un café de camino a su casa. En seguida pudimos comprobar como lo nuestro funcionaba más allá del chat, en el camino a casa nos besamos apasionadamente.

Estaba claro que tras esos intensos besos teníamos que irnos directos a su habitación. No éramos capaces de despegarnos, ardíamos en deseosas caricias. Nos abrazábamos y dábamos impacientes besos, me quitó la camiseta y me postró en la cama gentilmente. Sentí un hormigueo intenso por todo el cuerpo, una sensación de placer recorría todo mi cuerpo hasta hacerme perder el sentido.

Se puso sobre mí y rodamos un poco, le quité la camisa y le acaricié suavemente en la espalda. Él me besaba en el cuello, mis senos y mi barriga suavemente, abrió mi sujetador mientras se disponía a jugar con mis pezones. ¡Eso me puso muy cachonda!

Pero prefería que no fuese tan rápido e hice que se girase, me senté sobre él para acariciar con mis labios la parte superior de su bien tonificado cuerpo. De repente, sentí como sus pantalones se hinchaban. Su polla me puso más cachonda si cabe.

Parecía que pudiese adivinar todo lo que yo pensaba y sentía, me desabrochó el cinturón e hizo que me bajase los pantalones. Hizo que me pusiese de espaldas y empezó a recorrer mis piernas con sus labios y su lengua. Casi enloquezco cuando su lengua empezó a subir desde las rodillas hasta mi slip, parando para mirarme bien y sonreír. ¡Increíble! Extendí mi mano hacia mi monte de Venus y él me concedió el deseo: me desnudó y mimó con besos lascivos y sorbidos golosos en mi clítoris, haciéndome gemir de placer.

Veía que me deseaba ardientemente, pero no se había desnudado todavía: tras haberme provocado un primer orgasmo, no podía aguantarme: le quité los pantalones y empecé a jugar con él.

Su miembro viril estaba ya erecto y yo le masturbaba con ambas manos, pasando por todo su sabroso escroto. Su polla estaba ansiosa por penetrarme, mis labios estaban también hambrientos.

Lo trabé con mis pernas y lo empujé hacia mí, esperando encontrar una respuesta a mi tormentosa lujuria en su sexo de ensueño.

Pero no, él no hacía más que retrasar el momento buscando aumentar más aún nuestro clímax, frotando su pene con mi clítoris. Todo eso me ponía más cachonda aun, hacía que gimiese más, hasta que finalmente le imploré: «¡Fóllame por favor!» Finalmente, accediendo a mi deseo, me penetró profundamente, gimiendo y follándome hasta hacerme temblar, llegando a un orgasmos simultáneo en un gemido lánguido, gutural, que hizo que nos fundiésemos en un prolongado abrazo.

Satisfechos, nos intercambiamos miradas cómplices y silencios sentidos, sabíamos que esa primera no sería la última vez de ese día.

No nos resulta fácil poder quedar todos los días, y esto hace que cuando sabemos que vamos a poder quedar estemos deseosos de encontrarnos.

¡Que maravilla poder pasar del cibersexo virtual a los orgasmos de la vida real!

**Este texto no refleja, necesariamente, la opinión de ApartadoX.

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