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Desesperadamente atada a la cubierta

dominada no deck

Provocadora seducción a bordo. Primero, la ata, después provoca que se corra en un explosivo orgasmo.

Una cálida tarde de verano, el sol brillando suavizado por el avance del crepúsculo. Somos la única embarcación del lago. Me tumbo desnuda en la cubierta y disfruto de las caricias del sol de la tarde en mi piel.

Cuando me doy la vuelta, siento caer gotas de agua sobre mí. Entonces, un cuerpo fresco, suavemente hidratado, se inclina sobre mí y me veo lenta e intensamente besada… me encanta…

De repente, ese increíble y atractivo hombre con el que estoy embarcada, me venda mientras me acaricia y me susurra suavemente al oído:

«No te muevas y no tengas miedo. No haré nada que no quieras.»

Permanezco inmóvil y libero mi mente: sea lo que sea, empezó bien y me excitó de inmediato.

Siento como cuerdas ásperas primero en la muñeca derecha, después en la izquierda, en el tobillo derecho y, finalmente, en el izquierdo, cuidadosamente atados y sujetos a la barandilla del barco. El nudo, poco apretado, me permite moverme un poco, aun así, me siento a su merced y disfruto de la sensación de ser dominada.

Se me hace raro, es una nueva experiencia, pero, al mismo tiempo, me encanta y además, confío en él. La ansiedad crece con el juego mental de intentar adivinar lo que vendrá a continuación.

No logro ver nada y todo esto me resulta electrizante.

¿Me besará? ¿Me lubricará? ¿Jugará conmigo? ¿Me poseerá, y después me follará?

Mi respiración se acelera al mismo tiempo que mi excitación aumenta… esa tensión de la espera.

Escucho la silenciosa melodía de una suave música y el gentil sonido de las olas. Siento el calor de su respiración bajo mi piel desnuda. Mi cuello se ve agasajado por tiernos y ávidos besos, la lengua se mueve lentamente hacia mi oído.

Él susurra: «Te amo. ¡Te haré enloquecer hasta que me supliques que te folle!»

Me muerde suave, pero incisivamente, en el cuello. Vaga por mi cuerpo con sus labios y lengua saboreando aquí y allá mi perfume corporal hasta alcanzar mis nalgas. Él pasa a masajear mis senos con una tensa torsión, empujando y girándolos, jugando con ellos hasta, diciendo basta, erizarlos.

La estimulación de mis senos me hizo despertarme sexualmente y que empezase a gemir por debajo: «Sí, muéstrame cuánto te gustan mis duros pezones. Chúpalos. Me encanta, me pone cachonda.»

Se lleva mis senos a su boca, uno de cada vez, chupando mis pezones, asegurándolos con los dientes, pellizcándolos. Cuando coge mis pezones con sus dedos y los empuja con firmeza para que mis senos se suban, mi gemido de placer aumenta.

Me siento plena de lujuria por toda la pelvis y más encharcada todavía.

Me encanta verlo disfrutar de mis senos.

Mientras él sigue empeñado en darle placer a mis senos, su segunda mano se encamina a mi perla amorosa, que ya está toda mojada e hirviendo de lujuria.

Sus dedos repasan mi clítoris, con la dulce presión de quien me da placer. La presión aumenta gradualmente, hasta que empieza a pellizcare el monte de Venus con el índice y el corazón para hacerme estallar de placer, frotando con los dedos, adelante y atrás, como e una montaña rusa: dentro de la cueva, fuera de la cueva.

Siento, como goteo llena de placer. Estoy tan excitada ya que siento como mi néctar se desprende de la vulva.

Mientras sus dedos insisten en hacerme disfrutar, el pulgar se entierra en mi clítoris. La otra mano entra en mi vagina húmeda. Tiernamente, los dedos me penetran y me masajean el clitoris. ¡Qué gusto! Caliente, frío, una sensación única. Mi cuerpo vibra entero con espasmos.

«Oh, sí, cómeme. Haces que enloquezca Qué placer estar a tu merced», grito a viva voz en el lago.

A él le gusta oírlo y me anima:

«Sí, cariño, más alto. Déjate llevar. Quiero oírte decir que estás toda cachonda y que te pongo. ¡Eso hará que no pueda parar y desee folarte!»

Entonces acaba sucediendo. Mi primer orgasmo está a punto de llegar, la explosión se expande por el abdomen. La onda atraviesa todo mi cuerpo. Me siento volar, simplemente maravilloso.

Finalmente, echando mano de todos sus recursos, empieza a praticarme sexo oral y yo no puedo aguantarlo más, mientras él me lame, acabo corriéndome.

Él gime: «Oh, sí. Me encanta tu leche, el sabor de tu sexo me pone malo y quiero más de eso. Yo simplemente, no puedo dejar de quererte.»

Su ñengua no para y sigue, mientras yo muero de placer cada vez que entierra su cabeza entre mis sudorosos muslos. Nuestros gemidos de placer parecen auténticos latigazos hasta que vencida le imploro que me posea.

«Fóllame, cabrón, fóllame. Quiero sentir tu polla caliente y dura dentro de mí. Quiero que me folles hasta que no puedas más.»

¡No hizo falta repetirlo! Nada más retirarme las esposas, me penetró primero por detrás, pleno de vigor, y, poniéndome en posición de misionero, nos miramos, fijándonos en los ojos el uno del otro y disfrutamos de un orgasmo simultáneo.

Juntamos nuestros sudados y quedamos así un rato… hasta que finalmente supimos que no estábamos solos en el lago y que acabábamos de ofrecer todo un espectáculo a los marineros de las embarcaciones cercanas.

Tengo que reconocer que solo pensar en ello, me pone todavía cachonda…

**Este texto no refleja, necesariamente, la opinión de ApartadoX.

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