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Ardiente provocación en el hotel

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Después de un complicado día, yo sabía que el hotel solo podría hacer una cosa para animarme. Afortunadamente, el destino estaba de mi lado.

Tras una agitada reunión, en un tenso ambiente, con pésimas ideas y un café, peor aun, sentía cierto alivio por regresar al hotel. En la recepción, una encantadora joven, tras desearme una buena estancia con su amplia sonrisa, me entregó la llave y me arrastré hasta mi habitación.

Se veía espacioso y diseñado como si fuese una habitación doble, cosa que agradezco pues así se dispone de más espacio. Tras un refrescante baño, mi estómago protestaba y me decidí a pinchar algo en el restaurante del hotel. La joven de la recepción ya no estaba, desgraciadamente no pude volver a disfrutar de su fascinante sonrisa. La comida estaba buena y yo logré desconectar y olvidarme de aquella horrible reunión de trabajo, lo que permitió poder fijarme en los otros huéspedes presentes en el restaurante.  Mirando alrededor, volví a «encontrarme» con la joven de la recepción, una mujer alta y de cabellera ligeramente pelirroja que había acabado de pedir una bebida en el bar. La joven transmitía erotismo en cada gesto y movimiento, sin perder elegancia. ¿Tal vez fuese por su larga cabellera que se deslizaba sobre sus hombros o por su ajustada falda que mostraba las curvas de un trasero bien dispuesto? ¿O simplemente toda la apariencia de esta mujer de largas piernas?

Tras el café, me decidí a pedir una bebida en el bar: un buen whisky me permitiría terminar bien el día y me relajaría. Algunos de los invitados del hotel se sentaron en la barra. Vi una silla al fondo, pedí mi consumición y me puse a mirar al salón. En el otro extremo estaba un hombre que obviamente parecía muy interesado en una determinada dirección. Su mirada parecía detenerse en la mujer de la recepción. Estaba seguro de que el hombre acabaría intentando hablar con ella. Bueno, debería intentarlo al menos.

Yo no lograba quitar los ojos de la pareja.

Tras unos minutos, él se levantó y se dirigió a la mujer del bar. Entablaron conversación, lo estaban pasando bien. Vistos de perfil, sus senos eran claramente visibles por debajo de su brillante blusa. Sus mano e deslizaban ocasionalmente bajo el muslo de su acompañante mientras, él, prefería acariciar la espalda de ella. Parecía que se entendían a las mil maravillas. La escena me estaba poniendo como una moto y como no quería perderme nada pedí otra consumición. El hombre acarició el cuello de la acompañante de lujo y le susurró al oído. Ella clavó su mirada en los ojos de él y asintió ligeramente. Me imaginé que los dos se marcharían porque preferirían algo más que intercambiarse palabras. Ella se levantó y me fijé en como con su mano rozaba provocadoramente los genitales de su acompañante.  Él se estremeció, ella sonrió y se dirigió rápidamente al cuarto de baño. Pensé que él la seguiría para seguir disfrutando los dos juntos. Pero permaneció sentado. Al poco tiempo, ella regresó, lo sujetó por mano y los dos desaparecieron en dirección al ascensor, no sin antes de percatarme de como la mano de él acariciaba aquellos glúteos bien definidos. Deseando que se divirtiesen, dejé que la película acabase en mi cabeza y terminé mi consumición.

Subí en ascensor hasta mi planta y abrí la puerta de mi habitación. En la cama, la mujer estaba agachada con la falda levantada y el abdomen descubierto. Delante de ella estaba el hombre con los pantalones bajados. Su pene permanecía erecto frente al rostro de la mujer. Ella se miró por unos instantes y, en seguida, agarró con la boca el miembro viril. El hombre gimió sonoramente. Obviamente, embriagado por su lujuria aún no se había percatado de mi presencia. La mujer dejaba que su lengua girase alrededor del glande. Me acerqué y el hombre se percató, al fin, de mi presencia. Él se estremeció e intentó darse la vuelta, pero la mujer se lo impidió. Dirigiéndome al hombre, le dije: «¡sigue!»
El hombre estaba algo confuso, su erección se desvanecía, mientras, su acompañante, le masajeaba la próstata y lo masturbaba para hacer que regresase a su posición inicial.

Por otro lado, el hecho de manejar de la situación, me excitaba más si cabe.

El hombre se veía tan desamparado entre el placer que estaba sintiendo y la desconcertante presencia de mi persona que no lograba ni vociferar. Le dí a entender que él debía seguir, que estaba todo bien. Decidí tomarme una ducha para refrescarme. De repente, todo se volvió más salvaje y yo ya preveía lo que vendría a continuación.

Cuando regresé a la habitación, ella estaba en pleno regocijo gracias al cunnilingus que le estaba practicando él, al mismo tiempo que ella no cejaba en estimularle con la lengua, en un intenso 69. Dejé claro que ya era suficiente y que ahora a él le tocaba acostarse en la cama. Él se acostó con su palo erecto y la escort se sentó encima e introdujo el mimbro viril en su coño todo húmedo. Ella gimió de placer y empezó a cabalgar encima de él. Yo estaba tan excitado que me subí a la cama y estiré mi pene en la dirección de ella para regalarle una maravillosa sesión de sexo oral. La agradable ola de placer que fluía en mi interior me excitó tanto que ya solo pensaba en follar…

A ella lo que realmente le apetecía era sentirnos a los dos dentro suya!

Me incliné hacia delante y la penetré por detrás. Ella se estremeció de placer, el hombre hizo una pausa porque sabía lo que vendría después. Yo coloqué mi glande entre sus nalgas y lo introduje poco a poco. Ella gimió, pero aguantó bien para que yo la pudiese penetrar fácilmente. La habíamos penetrado ambos, pero, solícita, nos dio a entender que debíamos acompasar nuestro ritmo de forma que pudiese sentir el máximo placer. La escort se dejó llevar por la lujuria y tras un buen período de doble penetración ella disfrutó de su orgasmo con contracción convulsivas por todo su cuerpo. También yo me acabé dejando llevar. Ella exclamaba de placer mientras el desconocido acompañante imprimía más vigor. Me fui a lavar y al regresar la mujer parecía estar deleitándose con otro orgasmo. El hombre se fue al mismo tiempo y tras un profundo gemido se dejó caer hacia un lado.

El panorama postcoito era inmejorable. Nuestra acompañante parecía muy satisfecha y relajada, pero el hombre se sentía perdido. Yo le dije que lo mejor era salir ahora. Él simplemente lo aceptó, se vistió y desapareció rápidamente. Lancé una sonrisa a la escort, quien con un aire de satisfacción plena de sensualidad me susurró un sentido agradecimiento. Para el acompañante desconocido fue toda una sorpresa, pero para nosotros, fue una sesión de provocación muy erótica y ardiente.

**Este texto no refleja, necesariamente, la opinión de ApartadoX.

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