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Mi extraordinario cuerpo a su antojo

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Estaba exhausta, se me hacía todo cuesta arriba. Me había pasado días estudiando para el examen y solo había podido sacar un 10, estaba hecha una furia, malhumorada. Por la noche, o me quedaba directamente dormida o no tenías ganas hacerlo con mi novio.
Hacía mucho tiempo que no chateaba. Me metí en el foro y me puso a charlar un buen rato con una simpática mujer a la que le llamaba la atención las medidas, rebosantes senos y redondas mejillas de mi foto de perfil. Ella me cautivó y cuando me quise dar cuenta me vi deleitándome con su foto de perfil… qué pena, ella vivía muy lejos. Su foto… era preciosa.
Yo lo que necesitaba era un baño caliente…
De alguna forma, la fantasía se desató y yo no podía dejar de acariciarme. Mientras me acariciaba mis enormes senos y me frotaba las nalgas contra la pared, aproveché para poner el agua más caliente. Empecé a pensar en ella… me imaginé teniéndola a mi lado lamiéndome el clítoris y acariciándome los labios grandes. Hervía plena de lujuria y mis rodillas se debilitaban hasta tener que agacharme para no caerme. Me sentía temblar, gemir, el agua, gota a gota, calentaba mi voluptuoso cuerpo y me excitaba por momentos, provocando gotas de lascivia en mí.
De repente, mi novio entró. Parecía preocupado por el hecho de que yo pasase tanto tiempo en el cuarto de baño. Sorprendido, me pilló masturbándome… y yo no paré. Le miré ansiosa y le invité a que se uniese. Se desnudó inmediatamente y entró, estremeciéndose al percatarse de lo caliente que estaba el agua. «¡Estás hirviendo, cariño!» Sonreí e inmediatamente me metí en la boca su pollón, sin que mis dedos se soltasen de mis partes. Él gimió en alto y exclamó: «Oh sí, qué bien, chúpamela.»
Su miembro me hacía disfrutar, frotaba mis senos contra sus piernas para obtener toda la estimulación que buscaba. Además, tan solo pensar en que la mujer con la que había estado chateando podría estar lamiendo mi coño me ponía toda loca, soltando un sonoro gemido de placer, mientras mi flujo se derramaba en chorros de lujuria. Me miró y pude darme cuenta de lo excitado que estaba. Cogí mi toalla y empecé a desplegar mis armas de seducción mientras me secaba. Me di la vuelta y me incliné para secarle las piernas, cuando sentí su magnífico mástil rozando mis abundantes nalgas e intentando follarme por detrás. «Despacio, así no», y me alejé. ¿Qué es eso? ¿Primero me provocas y ahora me dejas así? Estaba enfadadísimo, pero a mí me gustaba verlo así.
Yo quería que me atase a la cama…
Me fui a la habitación, recogí mi corsé, tanga y tacones altos. Me dirigí a la cama, saqué las esposas de mi escondrijo y puse mi cajón de los juguetes junto a la cama.
Al poco rato, él entró en la habitación, aún enfurecido. Nunca le había hecho eso y estaba a punto de explotar para poseerme. Postré mi voluptuoso cuerpo sobre la cama y coloqué las esposas al lado de mis redondos muslos. Él hizo como que no las había visto y se sentó al lado de la cama actuando como que no le importase. «Bueno, jugará yo sola». Él se dio la vuelta inmediatamente y me pilló agarrando mi vibrador, mientras me reía. «No, otra vez… ¿de dónde has sacado eso?» Era la primera vez que veía mi vibrador. Él se sacó el albornoz y se acercó.
Quería follarme, pero yo le dije: «O me sujetas, o me pongo a jugar sola, no me importa lo que me hagas» La expresión de su cara lo decía todo – sujetó mis esposas y me amarró a la cama de metal. «Si te gusta, pues entonces ¡toma!» Él salió un momento y al regresar llevaba una venda en los ojos. Yo siempre había querido hacer eso, pero nunca nadie había tenido el coraje de hacerlo conmigo -tal vez mi tamaño los intimidase. La verdad, ¡a las mujeres talla extra nos encantan las grandes emociones!
Me siento a su merced – ¡y me encanta!
Cuando me vendó los ojos, sentí como un hormigueo se hacía con mi cuerpo. Sus labios eran tan suaves y él me besaba tan lleno de ardor sincero. Nunca lo había visto tan excitado, sentía como su verga, dura, recorría mi muslo. Me quitó el tanga, se acostó entre mis piernas y empezó a lamerme con delicadeza. Tuve que gemir, no podía evitarlo. «Si no paras de gemir, yo paro». ¡Qué crueldad!
Me mordí el labio inferior con todas las fuerzas, pero él seguía recorriendo mi vulva con su lengua y labios haciendo que me derritiese, tenía que gemir, no podía aguantar más.
De repente, se sentó y se puso a mirarme con ostentación. Me giré en la cama. «¡Por favor, por favor, más, no puedes parar ahora, cariño, por favor, haré lo que me pidas!».
«Muy bien, te tomo la palabra.» Empecé a imaginarme lo que estaría pasando por su mente.
Mientras tanto, seguía lamiéndome mi coño mojado y bañado en leche, su lengua jugueteaba alrededor de mi clítoris y mis piernas temblaban con sus estocadas. Yo gemía de placer, él aceleró su lengua y me corrí plena de placer; mi néctar sexual estaba listo para chorrear.
Entonces, se paró otra vez «No», gritaba, «¿y ahora?» «vamos a comprobar para qué sirve ese juguete tuyo», agarró mi vibrador y me lo metió por la vulva. ¡Mhhhh, que bien! Cogió mis piernas y las echó hacia atrás, llevando mis rodillas hasta mis oídos. «Cómo me pone ver todo ese voluminoso cuerpo a mi disposición». Metió mi vibrador lo más hondo que pudo, vibrando al máximo y lamiéndome el culo y el coño. Me veía dominada por los escalofríos de placer que recorrían mi cuerpo y me sentía impotente ante su voluntad.
«¿Quieres algo más?», me preguntó al volver a pararse. «Sigue, no puedo más», le grité, jadeando. «Bueno, te dejaré descansar» «¡No!» Yo quería tirarme a su cuello, pero me olvidé de que aún estaba esposada…
Me dejó estar un rato, lo que pareció una eternidad. Se acercó, mientras acariciaba mi coño encharcado y me estimulaba el culo con el vibrador. Yo solo quería que él no parase…
Sentí una ligera presión en mi ano. «¿Qué haces?» pero yo no podía resistirme y nunca lo había hecho antes. Pellizcaba mi clítoris poniéndome loca, hasta acabar penetrándome, enfilando lentamente su polla en mi culo. «Ahora pagarás tu frivolidad de antes»
El vibrador subía por mi coño y yo hacía sentir mi placer. Me estimulaba hábilmente el chocho y amasaba mis senos mientras me retorcía sus pezones duros. Me veía fuera de mí, rendida a la lujuria y al placer. Él follaba cada vez más rápido y más enérgico, gimiendo con la profunda penetración. La sensación era tan intensa que me aplastaba. No aguanté más y me corrí como nunca, con mi voluptuosa vulva ahogándose en olas de leche. Pero él no paró y se contuvo una vez más.
Yo estaba tan fuera de mí y de este cuerpo mío tan voluminoso que me veía hirviendo completamente excitada. Él juntó mis pesadas piernas y me giró para follar de lado. Finalmente, él se contorsionó de lujuria y gozamos al mismo tiempo. Mi coño goteaba apasionadamente y su cremoso semen goteaba sobre mis abundantes nalgas. Yo estaba sin aliento, rendida, deleitada…
Él me quitó las esposas y me abrazó para que pudiésemos reposar. «¡Pero aún me debes una tan grande como este lindo y grande cuerpo tuyo!»
Yo no sabía porque volvía sobre lo mismo, pero a mí no me importa repetir la dosis…

**Este texto no refleja, necesariamente, la opinión de ApartadoX.

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