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Un buen café para un día complicado

Un buen café para un día complicado

Álex siempre había fantaseado con su vecina Alice, con sus bellas curvas y agradable sonrisa, con aquella indiscreción sensual e inexplicable sensación de misterio y aventura.
Álex no quería pasarse la vida sin probar su suerte y cuando se cruzo con ella en las escaleras, no lo dudo y la invitó a tomarse un café.
«Claro. Por favor, lleva esto y yo preparo un café.»
Él sujetó la compra y se dispuso a entrar en el apartamento de ella, lo que era aún mejor que el ponerse a charlar con la excusa de un café.
Cuando terminaron de ordenar la compra, Álex iba a enchufar la máquina de café expreso en la encimera de la cocina, cuando sintió la mano de ella en su brazo.
«En realidad, el café lo tomaremos más tarde.»
«¿Ok…?» reaccionó él, sorprendido, espantado más aún cuando la vio como se deshacía lenta pero voraz y decididamente, de su blusa…
«He tenido un día de mierda y lo que necesitaba era precisamente esto, un día de sexo sin compromisos ni dramas… ¿Qué te parece?
Álex parecía incapaz de reaccionar, tal era el estado en el que se encontraba, incrédulo al comprobar como su fantasía estaba a punto de hacerse realidad.
«Venga, desvísteme, ¿o quieres que lo haga yo todo?»
La abrazó para llegar a la hebilla del sujetador con el que aún ocultaba sus finos senos empinados con los que tantas veces se había masturbado.
Torpe, ante la ansiedad que todo esto le generaba, lo logró al fin y el sujetador cayó en el suelo de la cocina mientras ella se acurrucó contra su pecho y lo besó tan intensamente que él tuvo que hacer un esfuerzo para no dejarse llevar por la emoción. Qué calor de labios, qué gusto, su golosa lengua.
Ella le soltó buscando poder desvestirle, mientras él contemplaba esa misma tarea y ambos luchaban por descalzarse, para poder fundir sus excitados cuerpos desnudos en uno solo…
«Aquí?» preguntó él
«Por qué no…» bromeó ella.
Álex acomodó a Alice en la pequeña mesa de la cocina, descubriendo su cuerpo con las manos sedientas por el toque aterciopelado y la fragancia femenina que emanaba sensualmente de su sexo, posicionándose para poder consumar la fantasía de penetrarla.
Por la forma como ella arqueaba sus delgadas caderas apuntando a su erecto miembro, él pensó que ella debía haber tenido un día verdaderamente jodido. Ella imploraba buscando que la poseyese, con la cabeza como inclinada hacia un lado, con los ojos cerrados, la boca abierta y gimiendo por la tortura de la espera por la primera estocada.
Y él dejó que los grandes labios de su vulva hambrienta le engullesen el glande hasta rozar el escroto, en hervor carnal y desconcertante, húmedo y deliciosamente fantástico… intensificado por el jadeo sibilante de los suspiros sexuales que soltaba a cada golpe del palpitante mástil.
«Era justo lo que necesitaba un día como hoy….» exclamaba ella, ordenando con su cuerpo el aumento del ritmo y el vigor de los golpes del aventajado trabuco que la poseía hasta donde podía. Ella se agarraba a la mesa y él la sujetaba por las caderas, buscando intensificar la penetración más profunda, alternando entre ocupar las manos con aquellas pálidas a la par que cremosas nalgas y el estimularle su vulva. Era una escena de lo más estimulante: ver su miembro engullido por los carnales labios que relucían de ambrosía sexual, las vibrantes nalgas y el pulsar anal, mientras el cuerpo de ella buscaba como cabalgar sobre el glande.
No había nada que no le pudiese gustar, excepto el hecho de que él ya podía sentir que se correría y que la diversión llegaría su fin.
Los gemidos de Alice empezaron a ser cada vez más contenidos, reemplazados por inquietantes e inaudibles pedidos para hacerla correrse, para que él no osase parar un segundo y finalmente hacerla olvidarse de lo que había sido un nefasto día. Alex mantenía su ritmo el tiempo suficiente para que ella se corriese en escalofríos eléctricos que le expeliesen el poco aire que aún tenía en los pulmones se vio forzado por un salvaje grito de júbilo, dejándola indefensa y entregada al orgasmo que había tomado su cuerpo.
Álex estaba extasiado con el trofeo sexual que aún devoraba y él difícilmente encontró fuerzas para retirarse de su inundada y deleitada raja, pero ella le facilitó el movimiento girándose buscando engullir el mástil con sus sensuales labios y tras unas pocas investidas de la hambrienta lengua de ella, el cuerpo de Álex se estremeció de gusto.
Una primera carga masiva se deslizó sobre la boca de ella, después otra y cada vez de forma más intermitente, y ella no dejó escapar gota alguna de su savia orgásmica, mientras él la miraba agradeciéndole tanta generosidad.
Lentamente, volvían en si tras tanta excitación, dibujando una satisfecha sonrisa mientras se vestían, aún en trance.
«Era precisamente lo que necesitaba, gracias.», dijo ela
«Quiero más, vecina», se atrevió el.
Alice sonrió. «¿Y si nos tomamos primero un café? ¿Lo quieres cortado?»

**Este texto no refleja, necesariamente, la opinión de ApartadoX.

Mírame, maridito.

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La Playa del Deseo

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